Documentos Cinematográficos:

2 01 2010

 

El cine lleva décadas marcando los dictados de la moda. De su mano vamos a repasar, en esta nueva sección que hoy inauguro, prendas que las películas han convertido en iconos del estilo.

 

Porque quién no ha llevado alguna vez un par de calentadores en los 80, o hace poco, cuando volvieron con fuerza!! Esta prenda fue clave en la moda ochentera. Y la culpable de ello fue “Fama”. Tras su estreno en 1980, todos nos quedamos tan prendados de Coco, Leroy y Bruno, que, tres años más tarde, la NBC emitió una adaptación televisiva que aguantó seis temporadas.

Ya han pasado 20 años desde que la academia neoyorkina echara el cierre, pero esta Navidad vuelve a abrir sus puertas, aunque con un estilismo más acorde al siglo XXI, que ya esta marcando tendencia.

Pero “Fama” no es la única película que ha logrado colgar prendas curiosas en nuestros armarios. En 1940 las sencillas chaquetas de punto sin cuello que llevaba Jean Fontaine en “Rebeca” se convirtieron en atuendo básico para las mujeres sofisticadas. Hasta el lenguaje adoptó el nombre de “rebeca” para referirse a esta prenda, en clara referencia a la protagonista del filme de Hitchcock.

Algo parecido ocurrió cuatro años más tarde con “Rebelde sin causa”, en la que James Dean se pasa media película con una cazadora que, aunque hasta entonces se había empleado para las monterías, se convirtió en icono de rebeldía juvenil.

O con el vestido blanco plisado y sin hombros que Marilyn Monroe luce en “La tentación vive arriba”, todo un símbolo de la sensualidad femenina en los 60.

Las botas con cámara de aire en la suela creadas por el doctor alemán Klaus Martens, que los punkis adoptaron como su calzado oficial tras el estreno en 1971 de  “La naranja mecánica”.

Y es que, si de algo puede presumir el cine desde hace más de un siglo, es de imponer modas.

 

Muy macho: Marlon Brando, el hombre en ´t -shirt´

Con la nariz rota, sudando y hablando entre dientes. Con esas características y un cuerpo excepcionalmente tallado, Marlon Brando se convirtió en los años 50 en el icono americano de la rebeldía juvenil contra el conformismo de una próspera posguerra. Y lo consiguió gracias a las virtudes y defectos del `Método Stanislavsky´ y a una ceñida camiseta blanca que dejaba al descubierto sus poderosos brazos. Una imagen que se ha quedado grabada en las retinas femeninas desde que en 1951 la luciera en “Un tranvía llamado deseo” de Elia Kazan. Cómoda, barata y atemporal, su patrón en forma de T mayúscula la ha convertido en la prenda más versátil de las tendencias actuales. Dev Patel, en la escena final de “Slumdog Millionaire” llevaba una similar.

 

Básico femenino: Audry y el Little black dress

Al acabar la Segunda Guerra Mundial, las mujeres querían volver a sentirse femeninas y optaron por vestidos de hombros delicados y cintura muy ceñida. Era la década de los 50 y el new loock de Christian Dior hacia furor. Todas las féminas contaban con un vestido negro en su fondo de armario, algo que no le pasó inadvertido al séptimo arte, que lo recuperó para sus producciones de finales de los 50 e inicios de los 60. El empujón final al Little black dress se lo proporcionó, en 1961, “Desayuno con diamantes”, donde Audry Hepburn lo luce siempre fiel a Hubert de Givenchy. El vestido largo que aparece en los pósters promocionales se subastó en Christie´s por 700.500 euros, el precio más alto jamás alcanzado por una prenda confeccionada para el cine.

 

Los ojos bien cubiertos: Tom, un loock Wayfarer

Un jovencísimo Tom Cruise sorprendió con “Risky Business” en 1983, cuando a ritmo de `Old time rock and roll´ se marca un baile en calcetines con calzoncillos blancos y una camisa con el cuello subido. Pero esta cinta también puede presumir de haber consolidado a Ray-Ban como la marca de gafas de sol más influyente del planeta ¿Cómo? Induciendo a millones de jóvenes de la época a adquirir las Ray-Ban Wayfarer, el modelo del que Tom Cruise no se desprende en gran parte del metraje y con el que repetiría después en “Top Gun”, donde también pondría de moda las chaquetas de aviador.

 

Un “canario” en mis pies:  Sarah Jessica Parker, adicta a sus “manolos”

Vestido ultraceñido con flor gigante en la solapa, cinturón XXL y bolso cartera de piel de cocodrilo. Éste podría ser uno de los modelitos de Carrie Bradshaw en “Sexo en Nueva York”, tanto en la serie como en el filme. Pero faltaría algo sin lo que el personaje interpretado por Sarah Jessica Parker no saldría de casa: unos zapatos firmados por Manolo Blahnik. Y es que el diseñador canario se ha vuelto imprescindible para esta periodista del New York Observer, fiestera y adicta a la moda, que a su vez ha arrastrado a celebrities de todo el mundo a hacerse con un par de estos espectaculares zapatos. Con tener entre 600 y 2.500 euros en el bolsillo es suficiente, a no ser que, como a mi amiga Isa, te los regale tu novio.

 

Estilo bastardo: Brad Pitt y la chaqueta S-Icon

En “Malditos bastardos” lo último de Quentin Tarantino, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) y su equipo de soldados antinazis llevan chaquetas  S-Icon de la marca Belstaff. Pese a las críticas, la película ya es la más taquillera del director de Tennessee y la chaqueta  S-Icon, que se puede adquirir en tiendas y en la web a un precio de 1.484 euros, una de las piezas más reclamadas de la actual temporada invernal.

 

Crear tendencia sin que lo parezca: Potter, el mago del desaliño cool

Harry Potter ha vuelto a poner de moda la tendencia geek chic que surgió a mediados de los 90 y que hace alusión a aquellas personas que carecen de un sentido de la moda visible y que prefieren ocultarse tras una apariencia desgarbada. En el caso del precoz mago, tras uniforme escolar y gafas, de las que una empresa estadounidense ha creado una línea completa. En el caso de su compañera Hermione, combinando jersey de pico y la corbata escolar, con gabardina y bolso, etc. Sofisticación sin alardes en estos nuevos jóvenes.

 

Y esta sólo es una pequeña muestra de la influencia del arte cinematográfico en el arte y las tendencias de la moda, ya que existen un sinfín de referencias y de estilos.





Fallece Iván Zulueta, el “Arrebato” del cine español

2 01 2010

No empieza bien el año para el cine español. Y tampoco me gusta empezarlo con esta noticia, pero el director de cine Iván Zulueta falleció en la madrugada del 31 a los 66 años en su San Sebastián natal. El funeral tendrá lugar este próximo 4 de enero. Cartelista, decorador y diseñador gráfico además de cineasta, Zulueta fue un director de cine experimental, adelantado a su tiempo, en los difíciles años finales de la dictadura. Su obra, la película de culto “Arrebato”,  le encumbró como director maldito. Pero pasaría a escribir su nombre con mayúscula en la Historia del cine español.  

Zulueta dijo en alguna ocasión que aquella película sería lo último que haría y, referente al cine, así fue. Después de someterse a la vampirización del film, al igual que el que sufre su protagonista, y de tocar fondo en su adicción a la heroína, se retiró a San Sebastián.

Se formó en la Escuela Oficial de Cinematografía, como Pilar Miró, Álvaro del Amo, o Jaime Chávarri conoció allí al guionista José Luis Borau, que se convirtió en su mentor y en un gran amigo. En 1968 rodó  “Un, dos, tres, escondite inglés”, su primer largometraje. La película se estrenó en Cannes en 1969 y no se proyectó en salas españolas hasta 1970. Durante los años setenta, y siempre con un tono experimental realizó cortos como “KingKong” (1971), “Frank Stein” (1972), “Masaje” (1972) o “Leo es pardo”. En estos años también dirigió el programa televisivo “Último grito”, presentado por José María Íñigo

Su labor como cartelista no se vio interrumpida y el Zulueta, pintor y fotógrafo, es autor de carteles para reposiciones de grandes clásicos del cine como “El tercer hombre”, así como de los de “Ataque Verbal”, de Miguel Albadalejo, “Furtivos” o  “Leo”, de José Luis Borau o “Laberinto de pasiones”, “Entre tinieblas”, y  “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”  de Pedro Almodóvar.  Como artista visual, también apostó por la experimentación, dejando  una colección de más de 10.000 polaroids en las que volcó su inventiva a partir de los ochenta sometiendo el papel hasta a 48 sobreimpresiones, pintando o rayando la imagen con una cuchilla de afeitar.

Se nos ha ido un grande del cine con tan sólo dos largometrajes, quien en una de sus últimas apariciones en público para recoger el Premio a la Película de oro en el Festival de cine de Málaga en 2008 dijo que tenía ganas de volver al cine.