Carlos Iglesias vuelve a Suiza

5 09 2012

El actor, guionista y director de cine Carlos Iglesias, vuelve a Suiza a rodar «¿Cómo está el Franco?» la segunda parte de «Un franco, 14 pesetas» y que se alza como su tercera película y que llega seis años después de haber estrenado este film, por el que recibió una nominación al Goya como mejor director novel.

En estos años ha dirigido y protagonizado la película «Ispansi» y ha actuado en «Los muertos no se tocan, nene» y «La venta del paraíso«. Tras el éxito cinematográfico y de audiencia de «Un franco, 14 pesetas«, exhibida en más de 45 países y vista por más de 10 millones de espectadores durante su programación en TVE y después de cosechar buenas críticas y varios premios internacionales, ‘¿Cómo está el Franco?‘ retoma la historia de Martín y Marcos, los dos amigos que emigraron a Suiza en los años 60, que se reencuentran en esta película tras seis años sin verse con motivo del bautizo del segundo hijo de Marcos.

Los cantones de St. Gallen y Appenzell, la hermosa zona montañosa al este de Suiza vuelve a ser escenario para esta segunda entrega. Posteriormente la película continuará su rodaje en España. Entre los artistas que integran el elenco de la película figuran el propio Carlos Iglesias, Roberto Álvarez, Javier Gutiérrez, Nieve de Medina e Isabel Blanco quienes se unirán a otras caras de la nueva generación de actores españoles.

 





«Ispansi», un histórico ajuste de cuentas

4 03 2011

 

 

Tras los buenos resultados obtenidos con su debut, «Un franco, 14 pesetas«, Carlos Iglesias opta de nuevo por el cine de la memoria histórica para contar, inspirado en hechos verídicos, otra historia de la Guerra Civil a través de dos enemigos: una mujer de familia conservadora y hermano falangista y un comisario político republicano que comparten, con todo, un sueño: salvar un convoy de niños españoles en la URSS durante la II Guerra Mundial.

De menor frescura y mayor carga melodramática que la precedente, el núcleo duro  recae sobre todo en la pasional relación que acaba uniendo a estos dos seres tan distintos y en cuyas complejidades íntimas, sin embargo, el también guionista no ha querido profundizar, de manera que al espectador le cuesta sentir alguna emoción fuerte ante los terribles sucesos que los rodean. Buena fotografía y una muy correcta puesta en escena para tararear la misma canción de siempre, que refleja, sobre todo, la evolución de la protagonista femenina. «No he sufrido por ser más católica o española que los demás, sino por una religión que castigaba un amor«, dice. Ella, claro, fue la que se equivocaba.

Y es que Iglesias está dispuesto a seguir explotando la provechosa veta que halló en el primer filme: la emigración española tras la Guerra Civil. Si en su ópera prima dramatizó los recuerdos de su infancia en Suiza, ahora ha explorado los de 37 niños de la guerra que fueron enviados a Rusia, sazonada con un recuerdo de la infancia, el relato de su madre sobre un mujer que murió de pena al saber que su hijo había sido enviado a Leningrado. Tampoco oculta el protagonista de la célebre serie «Manos a la obra» que sus pretensiones cinematográficas son escasas: «Mis películas tienen que ver más con la historia que con la forma. Me interesa lo que cuento, lo otro lo dejo en manos de mi amigo Tote Trenas –el director de fotografía–, que de eso sabe mucho«. Pues para recrear la Rusia central de aquel tiempo tuvieron que trasladarse a rodar a Suiza, concretamente al cantón de Jura, donde se encontró con los paisajes adecuados, la financiación de las autoridades helvéticas, una colonia de 900 niños de descendientes españoles que hablaban castellano y la nieve asegurada que «en España sólo era posible a partir de los dos mil metros, cuando el paisaje es ya desértico«, aclara el realizador.

Más allá de las terribles circunstancias que rodearon a los niños de la guerra: el hambre, el frío, la persecución de los nazis… el filme es, cómo no, la historia de amor de dos polos opuestos irremediablemente atraídos: un militante comunista y una joven burguesa y católica que huye a Rusia en busca de su hijo, que había dejado en un orfanato al tratarse de una madre soltera. Admite aquí Iglesias que ésta es la parte menos novelesca del guión, pues, aunque parezca extraño, la colaboración entre personas de los dos bandos se dio mucho fuera de nuestro país: «Cuando empecé a documentarme me sorprendieron infinidad de cosas, y eso que creía que sabía mucho sobre este tema. Uno de los niños de la guerra me contó que le había salvado la vida un falangista en Leningrado, que, al escucharle hablar español, no permitió que los alemanes se lo llevaran. Ocurrió lo mismo con una aldea de judíos sefarditas que la División Azul no los dejaron llevarse. Me han llovido los mails de personas de uno y otro bando«.

Carlos planea cerrar su estudio sobre la inmigración española con un tercer filme, esta vez en clave de comedia. No ha querido dar más detalles por miedo al plagio, pero ha reconocido en diferentes ocasiones, que encontró un territorio virgen, pues no había más que un precedente, en clave de caricatura, «Vente a Alemania, Pepe«.