27 07 2010

 

Yo, Fatty

(Anagrama / Panorama de Narrativas)

 

 

En las páginas de la hipnótica “Yo, Fatty”, la novela de Jerry Stahl disfrazada de falsa autobiografía de Roscoe Arbuckle (figura fundacional y maldita del cine cómico mudo: protohéroe del slapstick y protomártir del star system), se habla de risa y de desesperación, los ingredientes esenciales que contribuyeron a construir una de las primeras formas estrictamente cinematográficas, mientras el medio recién nacido seguía mirando con cierto complejo de inferioridad a la novela y al teatro. “Yo, Fatty” es una declaración de amor al cine cómico mudo, pero, también, una mirada a sus claroscuros, puntuada por una sucesión de teorías de la comedia que desembocan en el mundo de Samuel Beckett, no por casualidad autor de la cita que abre el volumen: “No hay nada más gracioso que la desdicha”.

 

“Redime el recuerdo mancillado de un talento salvajemente grande y un gran hombre salvaje. ¡Adoro este libro!”

(Johnny Depp)

 

Una historia salvaje, y en ocasiones histérica, del primer escándalo de una celebridad de Hollywood, contada por la propia estrella afectada: Fatty Arbuckle. Abandonado de niño en Kansas, Roscoe «Fatty» Arbuckle triunfó primero en el vodevil y después en el nuevo medio cinematográfico. En el segundo decenio de 1900, Fatty fue más popular que Chaplin y el primer actor de la pantalla que ganaba un millón de dólares al año. Pero en 1921 le acusaron de violar y asesinar a la actriz Virginia Rappe. Aunque fue absuelto por un jurado unánime, las violentas conjeturas de la prensa destruyeron su carrera. Inculpado de un crimen que no había cometido, demonizado por los estamentos conservadores que le convirtieron en emblema de todos los males de la industria del cine, Fatty Arbuckle fue el primer famoso cuya supuesta culpabilidad –y presunta inocencia– galvanizó a Estados Unidos.

El autor, Jerry Stahl, escribe un espléndido y conmocionante relato, se mete con excelente documentación, sarcasmo, y piedad en la piel, en la cabeza y en el corazón de Roscoe Arbuckle para contarnos la crucifixión del monstruo, del orgiástico que viola y mata en San Francisco a una actriz supuestamente virginal. Busca desde una infancia atroz las raíces de un íntimo y eterno calvario, las de alguien que siempre estuvo profundamente solo y dolorido, etiquetado como una bestia de feria, profesional de la supervivencia más sórdida que alcanza el éxito por conjura entre el azar y un talento exótico, alguien que descubrió demasiado pronto que el alcohol y la heroína eran la insustituible anestesia para el sufrimiento, la frustración y la soledad.

Yo, Fatty” se ha ganado los merecidísimos elogios de la crítica y de miles de lectores de todo el mundo. Entre los más rendidos admiradores del libro se encuentra el actor Johnny Depp, conocido seguidor de los aspectos más siniestros de la cultura popular, y que ya se encuentra enfrascado en la producción de una adaptación del mismo. La película resultante tendrá su interés, sin duda, pero perderá una de las bazas del libro: el estilo de su autor, preciso y afilado, como el de la mejor novela negra, como el de la mejor narrativa a secas. Estamos ante un libro muy recomendable, que se publico el año pasado, y el cual rescato desde aquí para este verano.